jueves, 28 de mayo de 2009

ALMODÓVAR, BOYERO Y LA CRÍTICA CINEMATOGRÁFICA

Por fin tengo tiempo para volver a escribir en el blog. Espero seguir a buen ritmo en los meses de verano. Después del periodo estival, todo dependerá de lo ocupado que esté y del tiempo libre que tenga para compartirlo en este espacio de cine que, espero, estén disfrutando la mayoría.

Casualmente, un tema que me ha llamado mucho la atención tiene unos protagonistas muy parecidos a los del último tema que traté allá por noviembre. Sólo han pasado 7 meses y medio. Si en aquella ocasión los protagonistas eran un crítico de El País, Borja Hermoso, y un afamado director español, José Luis Garci, en ésta, los protagonistas son Carlos Boyero y Pedro Almodóvar. La diferencia es que, en aquel caso, el director no respondió públicamente al crítico, algo que sí ha sucedido en esta ocasión.

Carlos Boyero es un conocido crítico. Estuvo trabajando durante varios años para El Mundo y, desde 2007, colabora en El País desde el que entrega su crónica semanal y charla con los lectores del diario cada semana. A partir de sus textos y encuentros, nos desvela su personalidad y estilo. Ha sido enviado especial del periódico en el Festival de Cannes este año en el que Almodóvar presentó su última película Los abrazos rotos.

El 18 de marzo de este año, Boyero publicó en El País la crítica de Los abrazos rotos (más adelante haré referencia a que dicha crítica tiene muy poco de crítica). El artículo en cuestión está compuesto de nueve párrafos de los cuales seis se dedican a trazar la trayectoria del director llena, según Boyero, de éxitos y fracasos: "su cine jamás ha conocido el fracaso comercial, el público se siente en el placer o en la obligación de pasar por la taquilla, independientemente de que salten en estado orgásmico o echando espuma por la boca, su prestigio es absoluto en cualquier lugar del mundo supuestamente civilizado, rodeado de halagos y de esa atención masiva que él sabe crear y que pueden elevar el narcisismo a límites de frenopático, trascendente y progresivamente barroco, consciente hasta la náusea de que cualquier cosa que lleve su firma es un acontecimiento cultural y sociológico." Boyero destaca como grandes películas de Almodovar a Mujeres al borde de un ataque de nervios, Átame, ¿Qué he hecho yo para merecer esto? y Volver como refleja en estos seis párrafos, al tiempo que define al director de "magistral vendedor de humo" y califica duramente a Hable con ella y La mala educación.

En mi opinión, el error de Boyero comienza, precisamente, al dedicar tanto espacio a darnos su opinión personal sobre la carrera del director en un artículo crítico destinado, en teoría, a contarnos qué le ha parecido la última película. Parecería que el crítico está utilizando el artículo para darle cera al director en vez de para informarnos sobre la película en cuestión que es, en definitiva, lo que los lectores esperan leer. O al menos es lo que yo esperaba leer.

Es, entonces, cuando llegamos a la opinión, que no crítica, de Los abrazos rotos. Ésta gira en torno a opiniones concretas de Boyero sobre determinados aspectos de la película sin explicar en base a qué realiza tales aseveraciones: "Hay infinitas referencias y homenajes a varios clásicos del cine para que captemos el compartido y penetrante mensaje sobre la creatividad que plantean Almodóvar y sus colegas del alma. Y los sentimientos pretenden estar en carne viva, pero como si ves llover. Y lo que observas y lo que oyes te suena a satisfecho onanismo mental. Y no te crees nada, aunque el envoltorio del vacío intente ser solemne y de diseño. Y los intérpretes están inanes o lamentables. La única sensación que permanece de principio a fin es la del tedio. Y dices: todo esto, ¿para qué?"

Me pregunto cuáles son esas referencias y homenajes, por qué ve llover, por qué lo que oye le suena a "satisfecho onanismo mental", por qué no se cree nada, por qué la película es vacía de contenido, por qué la interpretaciones es "lamentable". Boyero realiza una crítica cinematográfica que regresa al lejano pasado en el que el crítico se limitaba a darnos una opinión basada en la sensibilidad y no en los aspectos verdaderamente teóricos y críticos y en darnos una explicación aportando datos precisos para argumentar su opinión. El crítico Boyero se nos presenta como un ególatra que considera que el lector de sus artículos sólo está interesado en conocer su opinión sobre la película en cuestión. Confía mucho Boyero en su poder de atracción, el cual es evidente que existe a tenor de los numerosísimos lectores que le siguen en cada una de sus apariciones en diferentes medios de comunicación. Flaco favor le hace a la crítica cinematográfica.

Llevo siguiendo a Boyero desde hace muchos años y doy fe del gran conocimiento del cine que éste posee. A pesar de ello, todo queda empañado por este tipo de criticas alejadas de su trabajo y más propias del circo de la prensa del corazón o de los enfrentamientos que tienen lugar en los programas de Xavier Sardá. En su carta, Almodóvar no se queja de que haya críticos que piensen que algunas de sus películas sean malas. Se está quejando del desprecio que Boyero muestra en sus comentarios, carentes de toda cualidad crítica, hacia las películas de Almodóvar. Se está quejando de la forma no del fondo. Eso debe quedar muy claro. Y quedaría si todos leyesen el artículo de uno y el de otro. Desgraciadamente no siempre es así.

La polémica suscitada por este enfrentamiento ha sido grande y se está convirtiendo en tema de debate en muchos programas. Unos se están alineando al lado del crítico y otros del del cineasta. Los que están criticando a Almodóvar, ¿leyeron la crítica de Los abrazos rotos publicada en El País por Boyero? Lo dudo mucho. Y ahí está el problema. No hubo crítica alguna sino anti-crítica y desprecio hacia el cine de Almodóvar. Muy poco se dijo de la película y mucho del carácter del cineasta, cosa que poco importa en una crítica y que va en contra de la historia de la crítica y de la teoría del pensamiento occidental. Boyero no merece el título de crítico, no porque no le guste Almodóvar o sus películas, sino porque no cumple con los preceptos históricos de la teoría crítica. Boyero se convierte así en un ciudadano que nos da su opinión como la podría cualquier otro en una barra del bar bajo la compañía de una caña y unas aceitunas rellenas. Un ciudadano que ha visto muchísimo cine, por supuesto. Pero nunca sería un crítico de cine aunque cobre como tal.

Lo peor no es eso. Lo peor es que a los que no les gustan las películas de Almodóvar o a los que simplemente no les cae bien el director por cuestiones políticas, homófobas o ve tú a saber por qué, se han lanzado a degüello sin haber leído las quejas de Almodóvar o, incluso, sin haber visto nunca una película de éste. Muchos se sacan, de la nada, que Almodóvar no aguanta que haya quien diga que sus películas son malas. ¿Creen que es Boyero el único que ataca a sus películas? ¿No puede Almodóvar utilizar su libertad de expresión para criticar a Boyero? Muchos de los anti-Almodóvar se convierten ahora en palmeros de Boyero y defienden la independencia y valentía de este crítico por atreverse a atacar y despedazar la última película del cineasta manchego.

El enfrentamiento entre Boyero y Almodóvar, y la alineación de los anti-Almodóvar al lado de Boyero, se convierte en una metáfora de la situación intelectual y artística española del momento de la cual ya hemos hablado algunas veces en este blog. En nuestro país, la mayoría de la crítica literaria y cinematográfica, por nombrar las más conocidas, se hace a partir de unos preceptos que nada tienen que ver con criterios artísticos y críticos en sí y mucho con todo lo que rodea al artista. Ese error ha vuelto a ser cometido por Boyero en su artículo. Y yo, en este caso concreto, apoyo a Almodóvar en su reivindicación.